Agresor nocturno

Él buscaba con ansia su próxima víctima. Sabía que estaba cerca y sentía el estómago protestar. Acababa de despertar. En mitad de la oscuridad de la noche percibía las respiraciones del dueño de la casa y de su perro. Se introdujo con sigilo por la ventana y miró a ambos lados. Se encontraba en una habitación con una cama a un lado y una mesa al otro. Una estantería al frente llena de libros evidenció que su futura víctima adoraba la lectura. A los pies de la cama, una figura peluda se movió en la oscuridad.

El atacante se mantuvo inmóvil pegado a la pared, cerca de la ventana por donde acababa de introducirse en el dormitorio, hasta que comprobó que el perro tan solo estaba soñando. Sus movimientos espasmódicos le dieron confianza y avanzó hacia él. Sin embargo, no logró acercarse demasiado. Era un perro pequeño pero podría llegar a ser peligroso. Cambió de opinión y se dirigió a la cama intentando identificar a la persona que dormía plácidamente sobre ella.

Un niño, de unos once años de edad, estaba tumbado con la sábana cubriendo tan solo uno de sus costados. Mantenía una pierna destapada y los brazos por encima de la cabeza. “Será muy sencillo alimentarse” pensó con satisfacción mientras su estómago se alegraba con su razonamiento.

Se acercó al pequeño mientras vigilaba sus espaldas y se aseguraba de que el perro se mantenía dormido. Contempló el cuello del niño y comenzó a salivar. Hipnotizado por el poder de la sangre que corría con fuerza por el interior de aquel pequeño humano se aproximó cegado por su hambre.

Entró en contacto con su suave piel y la penetró con su boca hasta degustar el dulce sabor de la sangre. Los niños tenían un gusto final delicioso y, siempre que podía, aprovechaba para elegir a estos pequeños seres que solían oponer menos resistencia que los adultos.

Inmerso como estaba en su menú gourmet, no se percató de que el sol ya comenzaba a asomar por el horizonte. Cuando los primeros rayos de la luz del día se introdujeron en la habitación ya fue demasiado tarde. El niño se movió para cubrirse la cara obligando a su atacante a alejarse de él. El perro despertó con brusquedad cuando el agresor pasó por su lado y lanzó una dentellada al aire que a punto estuvo de acabar con su vida. Intentando alejarse del animal, se aproximó a la puerta de la habitación y se detuvo en un rincón de sombra entre el umbral y la estantería plagada de libros.

Las bisagras de la puerta chirriaron al abrirse. La madre del niño se introdujo en la habitación. Tenían facciones de la cara similares y el mismo olor dulce de su sangre. El agresor se dirigió cegado por su gula hacia ella. La mujer, al escucharlo acercarse, se movió con agilidad y dio una fuerte palmada en el aire…

***

Luis despertó con el sonido de una palmada. Se giró intentando identificar de dónde procedía aquel golpe y se encontró a su madre en la habitación con las manos juntas por las palmas. Sintió como el cuello le picaba y se rascó antes de que su madre le advirtiera: “Acabo de matar a un mosquito en tu habitación, procura no rascarte la picadura, cariño”. El perro, como si supiera de lo que se había librado, se sacudió moviendo su collar antiparasitario con alegría.

6 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *