Susurros en la niebla
Capítulo 3/5
Por si te los perdiste, te dejo aquí el capítulo 1: El enigma de la Caja dorada y el capítulo 2: El fuego interior
Los pasillos del búnker que protegía a las tropas de Hábastrin estaban especialmente fríos aquella noche. La luz tenue de las bombillas colgadas parpadeaba como si fueran tenues estrellas navideñas en un cielo olvidado, pero para el teniente Dan Dary, todo era un recordatorio constante de la tensión en la base. En medio de aquella extraña calma y los murmullos lejanos, sentía la pesada carga de la incertidumbre, como si algo terrible estuviera a punto suceder.
Luchó por intentar mantener a raya aquellos pensamientos, pero no le fue posible. Su formación como analista de peligros se lo impedía. Para su cerebro, siempre en alerta, estaba a punto de ocurrir una catástrofe y, aunque era agotador, su excesivo sentido de la protección había salvado al grupo de operaciones especiales EMC en varias ocasiones.
Dan realizaba su ronda nocturna con pasos silenciosos, recorriendo las áreas de almacenamiento y revisando que todo estuviera en orden. Hacía escasas horas que había dejado a los EMC en el salón de reuniones. Mary había traído una caja dorada que había aparecido misteriosamente en las solitarias cocinas de la base. De algún modo, la caja parecía reflejar las emociones de quienes la abrían. Solo de pensarlo, Dan sintió una punzada de inquietud y sus pelos se pusieron de punta mientras se esforzaba por continuar caminando entre el frío ambiente.
Él se había asomado a mirar el interior de la caja, como habían hecho los demás. Sin embargo, no se había dejado llevar por aquella sensación de calidez que emanaba del misterioso objeto. Andy se había sentido conmocionado al enfrentarse a las visiones que escondía la caja y no deseaba caer en el mismo embrujo que él.
Cada célula de su cuerpo le gritaba que la caja era peligrosa y que debía evitarla a toda costa. Una de las bombillas parpadeó de nuevo, sumiendo por un instante el corredor en la oscuridad. Dan giró el recodo del pasillo y allí, a lo lejos, vio una brillante caja dorada posada en el suelo. Una cinta roja la rodeaba dejando que se formara un lazo en su zona superior. Era la caja de Mary.
Su pulso se aceleró y la boca se le secó con una sensación desagradable en la boca del estómago. Pensó en ignorarla y seguir su ronda, fingir que no la había visto. Se dio la vuelta, pero un tenue susurro pareció llamarle desde el otro extremo del pasillo.
La caja lo llamaba en un extraño silencio y sembró en él la necesidad de saber qué podría mostrarle su interior. Respiró hondo y, con las manos temblorosas, se acercó. Su instinto se dividió, como si habitaran dos personas en su mente. Era evidente que había algo que descubrir, algo que, quizás, le revelaría el origen de la angustia que a menudo sentía en la base como una sombra constante que le acompañaba en todos sus turnos. Por otro lado, su cuerpo seguía en tensión y cada uno de los pasos que daba para acercarse a la caja le provocaba una punzada de miedo imposible de ignorar.
Con el corazón amenazando con salir de su pecho, se arrodilló frente a la caja, tomó la cinta roja y, casi sin darse cuenta, la desató. La tapa se abrió con lentitud dejando salir de su interior una luz azulada, suave y delicada, que iluminó el pasillo con un brillo etéreo.
En cuanto miró dentro, una densa neblina cubrió su mente y lo transportó a una escena desconocida. Estaba en una colina desierta, la oscuridad lo envolvía y una espesa bruma empezó a arremolinarse a su alrededor. A lo lejos, sombras indefinidas se movían, acercándose y alejándose en un amenazante vaivén. Dan sintió cómo su miedo crecía descontrolado, retorciéndose como un monstruo en las profundidades de su imaginación. Estaba solo, vulnerable, sin forma de protegerse de aquellas sombras que avanzaban lentas, pero imparables hacia él. El pánico lo inmovilizó y por un momento sintió que iba a sucumbir. Intentó correr, pedir ayuda, pero sus piernas parecían ancladas al suelo.
―No puedes con esto… No puedes enfrentarlo solo… ―murmuró una voz dentro de él, una voz que siempre había asociado con su propio temor.
Las sombras se acercaban y Dan podía sentir su penetrante frío. Le recordaban el terror invisible y constante que se cernía sobre todos en la base, esa ansiedad colectiva que amenazaba con desbordarse en cualquier momento, ante cualquier nuevo ataque.
Y cuando todo parecía perdido y al borde del colapso, entre la niebla sintió una suave brisa. Miró a su alrededor y comprobó con alivio que su equipo se había colocado a su lado. Mary, Andy, Sean y el resto de compañeros de la base se plantaron firmes a su lado. Su presencia comenzó a disipar el miedo que lo había paralizado. Una voz cálida y serena que no pudo reconocer dejó impregnadas unas palabras en su mente: «No estás solo, Dan. El miedo se enfrenta mejor cuando caminas junto a los tuyos».
Poco a poco, las sombras se desvanecieron retrocediendo en la niebla y Dan sintió cómo su pecho se liberaba de la opresión. Su equipo estaba ahí, formando un círculo de apoyo y supo que, mientras ellos permanecieran unidos, la ansiedad y los temores que acechaban en la base serían manejables. No podía erradicar el miedo por completo, pero tampoco tenía porqué enfrentarlo solo.
Abrió los ojos de golpe, y el pasillo de la base se materializó ante él, con la caja dorada cerrada en el suelo como si el suave destello de luz hubiese sido solo un sueño. Pero Dan sabía que lo que había visto era algo real: un recordatorio de que la unión del equipo podía mantener a raya el miedo que tanto lo había atormentado en el pasado.
Recogió la caja con un extraño sentimiento de paz y esperanza. Con ella entre sus manos, volvió al salón donde algunos de sus compañeros aún conversaban en voz baja.
Cuando entró, Mary levantó la vista y le sonrió.
―¿Ahora sí lo has visto? ―preguntó con una expresión de comprensión en el rostro.
Dan asintió, casi sin palabras. Aquella pequeña caja dorada no era solo un objeto misterioso; era un recordatorio de que, incluso en la oscuridad de los miedos más profundos, había una chispa de esperanza. La Navidad estaba cerca y, aunque el enemigo no entendía de festividades ni reencuentros, la misteriosa caja parecía querer mostrarles que, unidos, podían superar cualquier amenaza. Incluso aquella que aún no alcanzaban a comprender del todo.
Sentándose junto a sus compañeros, Dan sonrió, sintiéndose más seguro que en mucho tiempo, mientras un brillo acogedor de espíritu navideño comenzaba a instalarse en él. Después de tanto tiempo sin sentir el deseo de la celebración en su corazón, parecía que la caja había logrado que recuperara la ilusión por festejar la Navidad.
La historia continúa con Ecos del pasado