-Hábastrinpedia: Atila

Dibujo a lápiz con sombreado: Techo resquebrajándose dejando ver la estructura interna. Está a punto de romperse.

«El enemigo que generaba aquel potente sonido estaba cada vez más cerca. Sin la ayuda necesaria, el puente de mando caería y tras él, toda la base de Hábastrin».

Las tropas de Hábastrin, temerosas ante lo que está sucediendo, no saben cómo deben actuar. Nunca les habían atacado de aquella manera. Su enemigo parece demasiado poderoso como para derrotarlo y en el momento en el que el miedo se apodera de sus mentes, un potente ruido los amenaza de nuevo.

Con un poderoso estruendo, el techo del puente de mando es destruido mientras las tropas de Halva Pellsfro tratan de salvar sus vidas. El inmenso ojo amarillo de una bestia feroz vigila todo desde lo alto y con un poderoso rugido deja atónitos y paralizados a quienes la miran.

Atila ha llegado

Dibujo: Ojo amarillo de un dragón de escamas azules que mira a través de un agujero.

A pesar de que la base es atacada desde el exterior en numerosas ocasiones, en ninguna de ellas los oficiales son capaces de identificar el peligro que les acecha. La incertidumbre y la intensidad de los ataques hacen que pierdan la confianza en salir airosos de la guerra que se está librando. Sin embargo, ninguno de los miembros de Hábastrin piensa quedarse de brazos cruzados viendo cómo todo a su alrededor se derrumba y todo lo que conocen se extingue para siempre.

En su búsqueda por encontrar las mejores armas, Alba decide acudir a un centro psicológico. Si el problema estaba en su mente, aquel sería el mejor lugar para lograr sanarse. ¡Y qué decisión tan acertada! Con la ayuda de su psicólogo, toda la base aprende a identificar y poner nombre a lo que está ocurriendo; al fin conocen a su enemigo.

«En medio del ajetreo y el barullo que acababa de formarse (…) una voz masculina, tranquila y sosegada a la vez que potente los sorprendió por la espalda diciendo: “Tranquilícense, solo es un dragón”».

Una vez la capitán general Pellsfro comprende que aquella descomunal bestia es un dragón, ya puede enfrentarse a ella: podrá informarse de sus debilidades, de sus fortalezas y de la forma óptima para derrotarla.

La ansiedad es poderosa, insistente y muy desagradable, pero en ningún caso es invencible. Por lo que, con fuerzas renovadas, las víctimas de los ataques de Atila recuperaron su disposición para combatir. No obstante, cuanto más luchaban y se resistían los miembros de Hábastrin, con más fuerza los atacaba de nuevo.

«No todo se soluciona peleando, general. Hay batallas que simplemente se ganan comprendiendo al enemigo».

Josh Sicagloz

A partir de este punto, me tomaré la libertad de hablar en primera persona.

Atila, mi ansiedad, fue un proceso muy personal y no me atrevería a explicar todo lo que viví, sufrí y aprendí en aquellos momentos por boca de nadie, ni siquiera de alguno de los miembros de Hábastrin.

Cuando abandoné la sala del psicólogo y emprendí el camino de vuelta a casa, reflexionaba sobre las palabras del terapeuta. “Así que esto es la famosa ansiedad de la que todo el mundo habla” me dije ligeramente reconfortada. Según me había explicado el psicólogo, y tal y como desarrollaría en las sesiones venideras, la ansiedad no era más que mi sistema de alerta tratando de protegerme a toda costa de cualquier peligro. Aún me llevó un tiempo comprender su función y mucho más aprender a aceptar sus embestidas, por lo que necesité algo de ayuda creativa. Dejé volar mi imaginación y me encontré con el verdadero problema: Atila, un pobre dragón asustado que no pretendía otra cosa más que proteger Hábastrin. Sus métodos eran poco convencionales y, en ocasiones, provocaba más daños de los que evitaba, pero poco a poco aprendí a tenerle cierto aprecio y, sobre todo, a domesticarle.

Los EMC fueron instruidos detalladamente por el civil Josh Sicagloz, experto en dragones, para cuidar del animal. Cada día descubrían nuevos datos sorprendentes sobre él. Con el paso de los días, las semanas y los meses, los ataques de ansiedad en los que Atila perdía el control fueron reduciéndose y, aunque alguno los cogía por sorpresa de vez en cuando, se volvió un proceso algo más llevadero.

Si tuviera que enumerar las pautas básicas para entrenar a un dragón serían:

Icono: ojo amarillo del dragón Atila

Reconócelo, identifícalo y ponle nombre.

Icono: ojo amarillo del dragón Atila

Aprende cuál es su función.

Icono: ojo amarillo del dragón Atila

No le regañes por lo que hace, solo enséñale que no hay peligro a la vista y emplea, para ello, palabras reconfortantes. A nadie le gusta que le hablen mal o con enfado, no lo hagas con tu propia base.

Icono: ojo amarillo del dragón Atila

No intentes inmovilizarle, déjale libre y espera a que pliegue las alas y cese su vuelo; por muy poderoso que sea un dragón, no podrá estar volando eternamente. En algún momento se detendrá para recuperar el aliento y ahí serás tú quien recupere el control.

Icono: ojo amarillo del dragón Atila

Admítele a formar parte de su base.

Lo cierto es que, una vez que nos visita un dragón, ya no es posible deshacerse de él. Siempre estará ahí, buscando defendernos de cada peligro. Será nuestra labor enseñarle en qué momentos podrá actuar y en cuáles nos encargaremos nosotros solos desde la calma.

Como has leído en la historia, el guardián oficial final de Atila es el coronel Paul Aranzai, líder del sistema hormonal (y del estrés). Atila no desaparecerá jamás de mi base, así que lo mejor será proporcionarle una función como al resto de miembros de Hábastrin. Y qué mejor función que aquella para la que nació: Proteger la base. Ciertos estímulos peligrosos o simplemente estresantes provocan la ira de Atila, pero es una ira controlada, con un sentido. Comprendiéndolo, me ayuda a identificar el peligro y ponerle solución.

Si lo piensas, tener un Atila por aquí cerca se hace muy útil, eso sí, solo una vez que has aprendido a cabalgar sobre su lomo y eres capaz de identificar los momentos en los que ha perdido la paciencia. Al final, he aprendido a anticiparme a sus movimientos y, en muchas ocasiones, antes de que suelte alguna llamarada de fuego estoy ahí para calmarle y darme una vuelta con él sobrevolando los problemas cotidianos que lejos de representar un peligro, solo son una pequeña piedra en el camino.

Pero ¿a quién le importan las piedras del camino si puedes volar a lomos de un dragón?

Amanecer en la playa con la sombra de un dragón sobrevolando el cielo