―¡Lo que me ha costado encontrar este sitio! ―levanté la vista de mis papeles, sobresaltada, para encontrarme con la mujer pequeña y regordeta que acababa de entrar en el estudio del Proyecto Intermundo―. La próxima vez nos encontramos en mi casa. Así te puedo presentar al bueno de Jason. ¿Aquí? ―preguntó señalando el sofá frente a mi escritorio. Asentí y ella siguió hablando mientras se sentaba―. A Shawn le habría gustado venir. Leyó la entrevista que le hiciste a Yaya. Bueno, yo también la leí. Esa bruja gruñona… ¿No irás a pensar que somos todas iguales? A mí me sorprende que sigamos llevándonos tan bien. Y la pobre Magrat sufriendo nuestros delirios ―rompió a reír mientras añadía―: ¿Cerveza tienes? No pretenderás que una pobre anciana como yo viva esta entrevista así a palo seco.
Me levanté y saque de la nevera una cerveza ale negra que conseguí en uno de mis viajes a Dublín. Una buena adquisición. Tata Ogg sonrió satisfecha tras el primer sorbo.
―¿Cuál era la pregunta?
―Aún no ha comenzado la entrevista.
―Ya decía yo. No soy tan despistada como para olvidar una pregunta.
―Bueno, quizás una pregunta no, pero el nombre de alguna nuera sí.
Sonreí con malicia. No lo pude evitar. Me llamó mucho la atención cuando me enteré de la relación que tenía Tata con sus nueras y sus hijos. Terry Pratchett lo explicó con mucha gracia en su novela del Mundodisco «Brujerías». Tata rio. Era una mujer con un sentido del humor magnífico. Hacía un enorme contraste con Yaya Ceravieja.
―De alguna no, de todas. Son demasiadas. Además una se supone que tiene que recordar el nombre de sus hijos, lo demás son añadidos. ―Dio otro sorbo a su cerveza―. Bueno, joven. Veamos qué tienes para preguntar.
―La primera pregunta es: ¿cuál ha sido el momento más determinante de tu vida?
―El momento más determinante… ―dio otro sorbo a la cerveza y se recostó en el sofá―. Eso sería cuando descubrí que ser bruja no era solo cuestión de lanzar hechizos y hacer pociones. Se trata de ayudar a la gente, de estar ahí cuando te necesitan. Fue una revelación que cambió mi forma de ver el mundo. ―Comenzó a susurrar―. Menos mal que no está Yaya por aquí, acabaríamos a voces.
Sonreí. Me parecía curioso escuchar las dos respuestas tan antagónicas de las dos brujas más conocidas de Terry Pratchett.
―¿Te gustaría cambiar alguna decisión de tu pasado?
―¡Ay, querida! He tomado tantas decisiones a lo largo de los años… Todas ellas me han convertido en la bruja que soy ahora. No cambiaría nada. Bueno, quizás podría haber sido un poco más amable con los hombres de mi vida… O no… No. Ha estado bien así.
―¿Con quién has tenido más afinidad y con quién menos dentro de tu historia?
―Con quien más afinidad tengo es con Esme (Yaya Ceravieja).
―Yaya también contestó que tenía más afinidad contigo. En el fondo veo que os apreciáis.
―Esme y yo siempre acabamos discutiendo como el perro del gato, pero hacemos un gran equipo. En cuanto a menos afinidad… Mira, los hombres del pueblo a veces son tan tercos como una mula. Seguro que sabes de lo que hablo. Es imposible no conocer algún caso así.
Reímos las dos, probablemente cada una imaginando a una persona. Entre risas, completó su respuesta:
―Aunque si solo puedo elegir a uno, escogería al duque Felmet. ¡Qué calvario fue tratar con él!
―Me lo imagino. Bueno en realidad casi lo he vivido en primera persona gracias a lo que Terry Pratchett contó sobre vosotras en «Brujerías».
―Un buen hombre ese Terry. Me habría gustado conocerle.
―Y a mí, la verdad. ¿Tienes algún modelo a seguir fuera de tu mundo?
―¡Por supuesto! Las mujeres que no tienen miedo de ser ellas mismas y de hacer lo correcto, sin importar las consecuencias. Alguien como Jane Austen, quizás, con su aguda inteligencia y su habilidad para ver más allá de lo superficial. Magnífica.
―Antes de que te vayas, recuérdame que te deje una de sus novelas. Tiene unos personajes…
Tata levantó una mano interrumpiendo mi recomendación.
―Dejémosle a Magrat Ajostiernos eso del romance. Yo soy algo más práctica.
Sonreí.
―De acuerdo. ¿Cómo te describirías en tres palabras?
-Encantadora, astuta y, por mucho que le pese a Esme, divertida.
―¿Qué lección crees que el lector puede aprender de tu historia?
―Que siempre hay que mantenerse fiel a uno mismo. Crucial. Y nada de tener miedo a ser diferente. Ser diferente es la clave… Pero ante todo, aprendería que un poco de sentido del humor puede ayudarte a superar cualquier infortunio.
―No creo que Yaya opinara lo mismo.
―Desde luego que no lo haría. Pero esta es mi entrevista. Así que esa vieja gruñona tendrá que aguantarse. ¿Vas a poner eso en la entrevista final? ―Asentí―. Entonces estoy deseando ver su caras cuando lea mis respuestas.
Dio el último trago a la cerveza y yo formulé la última de las preguntas formales. Claro que, tratándose de Tata Ogg, no sería la última de sus respuestas.
―¿Qué animal serías si pudieras elegir?
―¡Oh! Has dejado la pregunta más sencilla para el final. Sería un tejón. No llamo demasiado la atención, al menos no más que cualquier otra bruja, pero soy resistente y sé cómo cuidar de mi gente. Además, ¡nadie se mete con un tejón!
Reí al escuchar su risa. Tenía un sonido que resultaba contagioso. Empecé a agradecerle su asistencia a Proyecto Intermundo, pero no me dejó terminar. Yo no podía dejar de reír, así que no pude anotar bien lo que me dijo. Fue algo así como: «Deja las despedidas y los agradecimientos para los funerales. Aún tienes muchas cosas que enseñarme. Jason no vendrá a buscarme hasta bien entrada la noche, aún tenemos tiempo».
Así que nos fuimos a comer, luego a cenar y nos acabamos juntando con Yaya Ceravieja que se animó a venir. Acabaron discutiendo, pero antes de volverse a Lancre ya lo habían resuelto. Esas dos forman una pareja de lo más original. Si no quieres perderte sus idas y venidas, puedes probar a leer «Brujerías» de Terry Pratchett. Allí conocí yo a Tata Ogg y no me arrepiento de ninguna página leída
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.