Los hermanos Majere cruzaron el umbral del estudio de Proyecto Intermundo y se acomodaron en el sofá. Aunque, en un principio, la invitación iba dirigida a Raistlin, su hermano Caramon fue incapaz de dejarle vagar solo por nuestro mundo. Margaret Weis y Tracy Hickman fueron muy específicos en cuanto a la relación de los gemelos, fue una desconsideración por mi parte pretender separarlos.
Raistlin era uno de los personajes que más me entusiasmaron de El retorno de los dragones, con su doble moralidad y misterio que lo convirtieron en uno de los personajes más queridos por la gente de nuestro mundo, aunque en Abasinia sus compañeros no opinaran lo mismo…
Despejé mi mente y estiré la mano.
―Bienvenidos, Raistlin, Caramon.
El mago asintió con la cabeza, mientras el guerrero se ruborizaba al darme la mano. Una costumbre no compartida en Krynn.
―¿Queréis tomar algo?
―No, no necesito ninguna de esas bebidas triviales que acostumbráis tomar. Además, he traído mis hierbas.
Caramon dudó unos instantes. Conociendo al guerrero como lo conocí en El Retorno de los dragones supuse que querría algo de comer, así que saqué una cerveza negra y una bolsa de patatas fritas. Su sonrisa fue suficiente para hacerme sentir más tranquila por mi falta de previsión inicial.
―Raistlin, hoy tomaré tus respuestas. Caramon, puedes venir cualquier día y dedicaremos una entrevista en exclusiva para ti. ―Ambos asintieron―. ¿Cuál ha sido el momento más determinante de tu vida?
―Cuando acepté la Prueba en la Torre de la Alta Hechicería. Ese día, dejé atrás la debilidad y me acerqué al poder. Pagué un precio alto, pero la verdadera magia siempre demanda sacrificios. Fue entonces cuando comprendí que nada en este mundo, ni siquiera la vida misma, vale tanto como el conocimiento y el poder.
Caramon se movió incómodo en el sofá. El recuerdo de las pruebas parecía resultar demasiado doloroso para él.
―Si pudieras, ¿cambiarías alguna decisión de tu pasado?
―El pasado es inmutable y la contemplación de lo que podría haber sido es una pérdida de tiempo. ―Ante mi silencio, Raistlin completó su respuesta―: Si pudiera alterar alguna de mis decisiones, lo haría para perfeccionar mi camino hacia el poder, no por arrepentimiento.
―Comprendo. Me parece una muy buena respuesta, bastante diferente a lo que me suelen contestar.
Raistlin se encogió de hombros antes de que un ataque de tos le sacudiera. Caramon intentó ayudarle, pero el mago le rechazó. Cuando se encontró algo mejor, extrajo su misteriosa bebida de hierbas y yo continué con la entrevista:
―¿Con quién dirías que has tenido más afinidad en tu historia?
―La afinidad es un concepto relativo. Mi hermano Caramon ha sido mi sombra, siempre protegiéndome aunque no lo necesitara, lo que en ocasiones ha sido tanto una bendición como una carga.
Caramon le miró con cierta tristeza en la mirada, pero no dijo nada, solo se comió la bolsa de patatas. Casi con temor por conocer la respuesta, pregunté:
―¿Y con quién has tenido menos… acercamiento? ―terminé la pregunta sin una alternativa mejor para la «relativa afinidad».
Raistlin movió los labios en una medio sonrisa sardónica.
―No sabría elegir uno… ―pensó un breve instante antes de añadir―: Sturm. Su constante suspicacia y su lucha interna me resultan irritantes.
Sonreí al recordar al Caballero de Solamnia, lo cierto es que Sturm también estaría de acuerdo en que no tenía ningún tipo de vínculo con el mago.
―¿Tienes algún modelo a seguir fuera de tu mundo?
―Quizás Morgoth, del legendarium de Tolkien. Su ambición y su deseo de dominio y control son cosas que puedo comprender. Como yo, él también fue incomprendido por aquellos que lo rodeaban.
―Vamos, Raistlin. ―Caramon dejó la bolsa de patatas vacía en la mesita baja frente a él―: No digas esas cosas. El grupo te aprecia aunque no…
Con una iracunda y fugaz mirada, Raistlin hizo callar a su hermano que dio un largo trago a su cerveza negra. Carraspeé para intentar captar la atención de nuevo y formulé la siguiente pregunta:
―¿Cómo te describirías en tres palabras?
―Poderoso, astuto, determinado.
Sus ojos en forma de relojes de arena brillaron de una forma antinatural cuando pronunció aquellas palabras. Con un escalofrío, bajé la cabeza hacia mis papeles e hice la siguiente pregunta, una cuestión que me interesaba en particular tratándose de Raistlin:
―¿Qué lección crees que el lector puede aprender de tu historia?
―El conocimiento es poder, pero siempre tiene un precio. Aquellos que buscan la grandeza deben estar preparados para sacrificar todo lo que tienen, incluso a sí mismos, para alcanzarla.
―Interesante respuesta. ―Deseando dar por finalizada aquella inquietante entrevista, formulé la última pregunta―: Si fueras un animal, ¿cuál serías?
―Un basilisco. Una criatura a la que con solo mirar puede traer la muerte. Su poder es temido por todos y, como yo, reside en la oscuridad esperando su momento para emerger.
Habló de un modo distante, como si sus palabras escondieran algo más allá de lo que parecían decir. Caramon apuró la cerveza y yo me aventuré a romper el incómodo silencio:
―Conozco un sitio donde se come estupendamente, si queréis.
―No… ―murmuró Raistlin.
―…Estoy deseando probar ―contestó Caramon al mismo tiempo.
Ambos hermanos se miraron y con un resoplido, el mago terminó aceptando. No comió demasiado, solo bebió su potingue de hierbas para la tos. Caramon y yo disfrutamos de unas buenas fuentes de carne. El guerrero no acabó decepcionado con nuestras costumbres culinarias, lo que me ayudó a sentir menos culpa por no haber contado con él. Mi falta de previsión fue algo que aún a día de hoy me cuesta comprender; después de haber leído El retorno de los dragones, debería haber sabido que el guerrero jamás abandonaría a Raistlin.
En cualquier caso, a la vuelta de la comida, aproveché su visita y, mientras Raistlin estudiaba su libro de encantamientos, yo realicé la entrevista al bueno de Caramon. Una de estas semanas la publicaré en Proyecto Intermundo.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.