Miré el ejemplar de Los colores de la sangre que había encima de mi mesa. Suspiré. Fue mi primer contacto con la fantasía oscura y, gracias a Samanta Esperón (o por su culpa, por aquel momento no lo tenía claro), me adentré en Ásico, un mundo de magia, sufrimiento, espíritus, sangre y personajes atormentados por su pasado. Unos tímidos golpes en la puerta del estudio de Proyecto Intermundo me obligaron a salir de mi ensimismamiento.
―Adelante.
No recibí respuesta. Me levanté a abrir la puerta y allí estaba Indra. Sus ojos oscuros me miraron desafiantes, la cicatriz de su frente le daba un aspecto feroz. Agradecí conocerla de antemano, de lo contrario, habría temido por mi integridad.
―Hola, Indra ―sonreí―. Pasa, ponte cómoda.
Me miró con desconfianza, pasó al estudio y se sentó en el sofá, tiesa, alerta.
―¿Quieres beber algo?
―Una cerveza que no me disolviera los dientes con cada trago estaría bien.
Sonreí para intentar que se calmara y le serví una cerveza que había traído mi primo de un pueblecito del norte. Era de las buenas, supuse que lo agradecería.
―¿Lista? ―se encogió de hombros así que comencé la entrevista―. ¿Cuál ha sido el momento más determinante en tu vida?
―Cuando conocí al dragoncito.
―Puedo imaginarme por qué; la majestuosidad de un dragón siempre es algo digno de reseñar.
―Bueno, se veía más miserable que yo. Sentí que debía hacer algo por alguien más que por mí misma y me lo robé.
―Y los lectores de tu historia lo agradecemos. Si pudieras, ¿cambiarías alguna decisión del pasado?
―Haber probado el polvo de estrellas fue un gran error.
Asentí y rememoré lo complicada que fue su adicción. Intenté pasar a temas más agradables por lo que, sin tener muy claro cómo acabaría la entrevista, continué preguntando:
―¿Con quién has tenido más afinidad y con quién menos en tu historia?
―Más, con Akram y el dragón. Menos, con cada puto douryense que hay en Ásico.
La ira brillaba en sus ojos. Estaba claro que me estaba costando ganarme su confianza, pero no quería darme por vencida.
―¿Tienes algún modelo o referente a seguir fuera de tu mundo?
―¿Hay otros mundos? ―la sorpresa inicial dio paso a una nueva mirada suspicaz―. No sé leer, así que no sé de novelas, referentes y eso.
Me quedé en silencio. Esa respuesta no me la esperaba. Indra dio un trago más a su cerveza. Se me quedó mirando, esperando, tal vez. Parecía que ya se había familiarizado con la dinámica de la entrevista (o el interrogatorio si le recordó de algún modo a lo que había vivido en Los colores de la sangre).
―¿Cómo te describirías en tres palabras?
―Cobarde, impulsiva e inútil.
―Vaya, son palabras muy duras. Me atrevería a decir que una mujer cobarde no llegaría a conseguir todo lo que tú lograste.
Indra se removió en su asiento visiblemente incómoda. Suspiré. Estaba resultando la entrevista más difícil de todas las que llevaba en Proyecto Intermundo. Aunque si lo pensaba, era normal que fuera tan recelosa después de lo que cargaba a sus espaldas.
―¿Qué lección crees que el lector puede aprender con tu historia?
―Que no tienen que probar las drogas, de ninguna clase, y que deben aprender a hacer algo útil, para no ser como yo.
Lamenté escucharla tratarse de aquella manera, pero no me sorprendió. Al fin y al cabo, así era Indra.
―Llegamos a la última pregunta. Si fueras un animal, ¿cuál serías?
―Fui un animal la mayor parte de mi vida, a todo mi pueblo nos trataron como animales. Estaría bien ser una persona, para variar.
―Agradezco tu sinceridad. Muchas gracias por haber participado en Proyecto Intermundo. Ha sido un placer descubrir más sobre ti.
Indra asintió, pero no dijo nada. La invité a tomar algo juntas, pero me dijo que debía volver con dragoncito. Se sentía responsable de él y, sobre todo, aún desconfiaba de mí igual que lo hacía de tanta gente. Me dio lástima todo lo que le había ocurrido en Los colores de la sangre y deseé que el destino fuera algo más amable con ella en El Dios muerto, la segunda entrega de la saga de fantasía oscura Una chica y un dragón ambientada en Ásico, que nos ofrece Samanta Esperón.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.
*Esta entrevista ha sido realizada gracias a la colaboración de Samanta Esperón.