Un hombre alto y apuesto, de pelo oscuro y piel poco bronceada irrumpió en el estudio de Proyecto Intermundo.
–¡Lord Legislador! –le saludé contrariada por la hora–. No le esperaba tan temprano. Siéntese, por favor.
–No tengo tiempo que perder. Aún no sé por qué he aceptado esta entrevista.
Su oscuro traje parecía absorber toda la luz de la habitación y su serio semblante me provocó un escalofrío. El dios que había gobernado Scadrial durante mi lectura de El Imperio Final, de Brandon Sanderson, estaba frente a mí: imponente, serio y emanando poder por cada una de sus células.
–¿Quiere… –carraspeé tratando de recomponerme de la sofocante sensación de pequeñez que sufría a su lado–. ¿Quiere beber algo?
–Las bebidas son triviales comparadas con el poder que fluye por mis venas.
Me quedé quieta tras mi escritorio. No tenía ni idea de lo que significaba aquella respuesta. ¿Debía seguir con la entrevista? ¿Sonreír y esperar? Noté la boca seca. Yo sí que necesitaba una bebida, pero no me atrevía a ir a por ella. El Lord Legislador imponía tanto como Brandon Sanderson había descrito en su saga de Nacidos de la Bruma. Su voz sonó apremiante cuando finalmente añadió:
–Un vino antiguo, exquisito. Ofrecerme algo de inferior calidad, a mí, el mismísimo dios de Scadrial, no sería procedente.
Titubeé. Tenía una botella de vino, no era la mejor (ni de lejos), pero tampoco era la peor del mercado. ¿Sería conveniente ofrecerle una copa? Recordé la entrevista de la semana anterior. Yaya Ceravieja me impactó con su actitud. Si a ella le funcionaba la cabezología (Terry Pratchett me la explicó muy bien), a mí también podría servirme.
–Tengo el mejor vino de la zona –me atreví a decir–. De barrica noble y cosecha inmejorable.
Cogí la botella, serví una copa y se la llevé al sofá. Su arrogancia y supremacía le impediría conocer las costumbres reales de la zona. ¿Para qué querría hacerlo? No osaría mostrar su ignorancia rechazando una copa del mejor vino de la Tierra… O eso esperaba yo.
–Una de las mejores producciones que probará aquí.
–No aceptaría menos.
El Lord Legislador asintió mientras bebía. Si le disgustó el sabor, no lo demostró. Contuve un resoplido y me senté tras mi escritorio. Amparada en la sensación de protección que me daban mis papeles comencé la entrevista:
–¿Cuál ha sido el momento más determinante de su vida?
–Cuando adquirí el poder que me convirtió en el gobernante absoluto de Scadrial. Con él, remodelé el mundo y establecí un nuevo orden que mantuvo su estabilidad durante mil gloriosos años.
Hablaba dando peso a sus palabras. Resultaba imposible contradecirle.
–Si pudiera cambiar una decisión del pasado, ¿cuál sería?
–No he cometido muchos errores en mi vida, pero si tuviera que arrepentirme de algo sería de cómo subestimé el poder de la rebelión de Kelsier y sus secuaces.
El desprecio era patente en su voz. Sus secuaces, como los había llamado él, ya habían pasado por el estudio del Proyecto Intermundo. Vin, Sazed y Fantasma habían sido unas visitas muy agradables, compartimos mucho los días de sus entrevistas y disfruté de su compañía. A pesar de mi contrariedad, no me atreví a hacer otra cosa más que continuar con el cuestionario tal y como estaba previsto:
–¿Con quién diría que tiene más afinidad y con quien menos?
–Mi afinidad está junto a todos aquellos que comprenden la necesidad del orden y el control para mantener la paz. Mis inquisidores actuaron con diligencia para proteger Scadrial. No puedo decir lo mismo de quienes cuestionaron mi autoridad, como Kelsier y Vin.
Me costaba empatizar con las acciones del Lord Legislador que Brandon Sanderson había descrito en El Imperio Final. Me limité a sonreír por cortesía. Era cierto que a lo largo de la saga, Sanderson explicó sus motivaciones. Supongo que no todo el mundo puede ser el héroe de la historia y, desde luego, al Lord Legislador no le había tocado ese papel. ¿Tendría él la capacidad de empatizar con las motivaciones de otras personas? Me sentí especialmente intrigada por la siguiente pregunta.
–¿Tiene algún modelo o referente a seguir fuera de su mundo?
Tardó unos instantes en contestar, sin duda buscando a una figura que estuviera a su altura.
–Podría identificarme con Julio César. Consolidó un poder inmenso y edificó todo un imperio. A pesar de enfrentarse a la traición y la rebelión, acabó alcanzando la inmortalidad; en la mente de muchos y en la historia.
–¿Cómo se describiría en tres palabras?
–Poderoso, implacable, eterno.
Se recostó en el sofá con aires de grandeza y estiró los brazos haciendo un gesto con las manos como si la respuesta fuera evidente. «Vamos, Alba, casi lo tienes» me dije a mí misma para reconfortar la sofocante sensación de estar en la misma habitación que aquel hombre.
–¿Cree que el lector podría aprender algo con su historia?
–El alto precio que conlleva el poder absoluto para mantener la estabilidad. No conozco otra forma de lograrlo, pero reconozco que la opresión puede sembrar la semilla de la rebelión. Ningún régimen, por poderoso que sea, es inmune al cambio y a la caída. De haberlo sabido antes…
Apretó los puños con fuerza y su semblante se puso rígido. La tensión en el ambiente se volvió casi sólida. Contuve el aliento y me apresuré a formular la última pregunta:
–Si fuera posible, ¿qué animal sería?
–Sería, sin duda, un dragón. Son seres poderosos, con una inmensa autoridad, capaces de infundir temor y respeto. Representan el dominio absoluto y la supremacía. Serían unos gobernantes excepcionales.
–Muchas gracias por sus respuestas. Ha sido todo un honor que accediera a participar en el Proyecto Intermundo. No deseo robarle más de su valioso tiempo.
Se levantó del sofá y estiró su mano llena de anillos hacia mí. Había visto aquel gesto antes en alguna película, creo. ¿Pretendía que le besara la mano? Una cosa era entrevistarle por petición de mis lectores y otra muy distinta, simpatizar con sus acciones. Me limité a estrecharle la mano; sonrisa y mirada de inocente. Levantó una ceja ligeramente sorprendido y salió del estudio sin mediar palabra.
Sé que con esta entrevista dejaré entrever que el Lord Legislador no fue uno de mis encuentros más agradables. A pesar de ello, si deseas saber más sobre el terrible villano al que Kelsier y Vin tuvieron que enfrentarse, te recomiendo que leas El Imperio Final, donde Brandon Sanderson describe con gran calidad literaria lo que aconteció en los días de la gran rebelión.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.