Saphira (Eragon)

Portada de la novela Eragon, escrita por Christopher Paolini bajo el sello del logo de Proyecto Intermundo.

El cielo se oscureció. Levanté la vista para ver los movimientos del imponente dragón sobre el patio. Saphira había abandonado Alagaësia para aceptar participar en el Proyecto Intermundo. Espere impaciente en el suelo hasta que su enorme cuerpo aterrizó. Me sorprendí al ver que venía sola, Eragon nos acompañaría quizás en otra ocasión. Saphira plegó las alas dejando que el sol brillara sobre sus azules escamas. Verla en persona era aún más imponente de lo que Christopher Paolini había descrito en su saga El Legado.

Noté una suave presencia en mi mente. Ya me había preparado para ello. La poderosa voz de la dragona resonó en el interior de mi cabeza:

–Gracias por contar conmigo para este proyecto.

–Es un placer poder hablar contigo en persona.

Agachó ligeramente la cabeza con majestuosidad. Señalé la zona del patio techada que había preparado para la ocasión y nos movimos hacia allí. Un enorme barreño lleno con agua fresca nos esperaba junto a un amplio y acolchado montón de paja. Saphira bebió y se acomodó. Su semblante draconiano era indescifrable, pero estar a su lado me daba sensación de paz.

–¿Empezamos?

Asintió levemente.

Nuevamente, su voz resonó colándose entre mis pensamientos:

–Rompí el cascarón y vi a Eragon. Ahí comenzó nuestra unión y se selló el inicio de una nueva era para los jinetes de dragón. La lucha contra la opresión de Alagaësia empezó en ese instante.

Un sonido extraño afloró de las entrañas de Saphira. Me di cuenta de que no era consciente de que los dragones pudieran reír.

–Habría tenido más paciencia y comprensión con Eragon en nuestros primeros días juntos tras forjar el vínculo. Estábamos aprendiendo y creciendo, ahora lo entiendo, pero en el momento…

Se me escapó una risita recordando los textos de Paolini.

–Eragon, naturalmente. Él ha sido mi jinete y compañero de vida. Nuestra conexión es profunda y nos entendemos a un nivel que va más allá de las palabras.

–Es precioso encontrar una relación así.

–Para un dragón, el vínculo con su jinete es algo grandioso que va más allá de la comprensión humana.

–¿Y si hablaras de alguien con quién tuvieras menos afinidad?

–Galbatorix –un tinte de ira manchó su voz proyectada en mi mente–. Un tirano que abusó del poder. La sabiduría y la justicia distan mucho de su actuación.

–No sé si te parecerá bien, pero… A veces utilizo de referente a Atila. Le conocí en tus textos de Bajo amenaza desconocida. Ese dragón defendía con ferocidad aquello que consideraba valioso y justo. Quizás podría haber desarrollado algo más de sabiduría al principio para discernir las consecuencias de sus acciones, pero su nobleza me inspira.

–Si lo deseas, luego podemos ir a verle. No está lejos de aquí.

–Sería un verdadero honor.

–Protectora, majestuosa y sabia.

–El valor y el poder de la lealtad. Recordando que la lealtad no solo tiene porqué ser hacia alguien, también le debemos lealtad a nuestros ideales y principios. Es crucial luchar por lo que consideramos justo, y hacerlo en comunidad. La conexión y el entendimiento mutuo pueden llevar a grandes logros y a la conquista de desafíos aparentemente insuperables.

–Parece una historia plagada de aprendizajes.

–La vida en sí misma es un aprendizaje.

–Si me permites, dada tu naturaleza, modificaré ligeramente la última pregunta de la entrevista. ¿Si fueras una persona, cómo serías?

–Esa es una pregunta graciosa. Nunca me había planteado su respuesta. Supongo que sería una mujer, atlética y fuerte, corpulenta –miró al cielo pensativa–. De piel oscura, me gusta el brillo que tiene esa tonalidad al sol. Ya que tengo que prescindir de mis escamas… Podría, además, ser jugadora de rugby o piloto de helicóptero, me parecen dos profesiones muy nobles.

–Disculpa mi osadía, ¿a qué te refieres con la nobleza en lo de los helicópteros?

–¿No es lo que usáis aquí para apagar fuegos?

–¡Ah! Hidroaviones.

–Sería poético vivir una vida paralela extinguiendo fuegos mientras surco los cielos de un nuevo y remoto lugar. Por una vez, sería extraño ser yo la jinete.

Levantó la cabeza con aire noble y se giró a mirarme. Juraría que me guiñó un ojo, pero no lo puedo asegurar con certeza. Le pedí que me acompañara a la sala habilitada donde Atila podía descansar en Hábastrin. El dragón se ilusionó al ver a otro miembro de su especie y él y Saphira compartieron un rato de vuelo inolvidable. Al menos, fue inolvidable para mí. Ver a los dos majestuosos dragones surcando el cielo sobre mí fue un espectáculo que jamás olvidaré.

Y tampoco olvido Eragon, la primera novela de la saga El Legado que Christopher Paolini nos regaló a los amantes de la fantasía. En ella conocí a Saphira y a algunos personajes más a los que quizás acabe invitando a Proyecto Intermundo.

Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *