Fantasma (Lestibournes, Nacidos de la Bruma) en Intermundo

Fantasma era un muchacho alto y delgado, de pose segura y movimientos perfectamente calculados. Brandon Sanderson me lo presentó en su primera entrega de Nacidos de la BrumaEl Imperio Final») como un muchacho encorvado de poca cultura y con una inseguridad temblorosa que rozaba la patología.

Le mire una vez más, sentado en el sofá. No estaba segura de lo que le permitía ver realmente la venda que le cubría los ojos. Aun así, me arriesgué y seguí mirándole. Podía parecer maleducada, pero aún me sorprendía lo mucho que había evolucionado desde que le conocí por primera vez. Fantasma levantó la comisura del labio en una media sonrisa. Desvíe la mirada, fingiendo inocencia, hacia el cuadro colgado encima del sofá, justo detrás de él.

Era increíble lo poco que quedaba del joven Lestibournes, el inexperto sobrino de Clubs se había convertido en un hombre seguro y poderoso. Miré las preguntas de mi hoja. Era evidente que las respuestas las daría la versión de Fantasma que había conocido en Urteau, gracias a «El Héroe de las Eras».

¡Atención!

Sé que esta entrevista puede resultar irresistible, pero te pido, querida mente inquieta, que no sigas leyendo si no has terminado las novelas previas a «El Héroe de las Eras»: «El Imperio Final» y «El Pozo de la Ascensión»

Tomé un sorbo de agua y le insistí:

―¿Seguro que no quieres nada de beber?

―No, de verdad. Solo bebo cuando tengo sed, el resto de bebidas solo sirven para nublarnos el juicio.

―Quedarme en Urteau y enfrentar todos los desafíos que surgieron allí fue una decisión que definió mi propósito en la vida y me permitió ayudar a quienes más lo necesitaban.

―Jamás habría abandonado a la banda cuando Luthadel fue asediado. En aquel momento disfracé mi cobardía en forma de ayuda. Me convencí de que ayudaba a Vin y Elend, pero ellos no me necesitaban. Me equivoqué y cada día me lamento por ello, por mi tío.

―Lo siento mucho, Fantasma. Fueron momentos muy difíciles e hiciste lo que creíste mejor. Muchos en tu situación habrían hecho lo mismo, pero desde luego la muerte de tu tío no fue culpa tuya.

Fantasma se encogió de hombros. No estaba cómodo y yo no quería hacerle sufrir removiendo más el pasado. Así que avancé a la siguiente pregunta:

―Mi mayor afinidad ha estado con Vin, compartimos la misma determinación y sentido de la justicia, de hecho, de haber aceptado mi propuesta al poco de conocernos, ahora mismo compartiríamos aún más cosas ―reí con él recordando los tiempos en el que el inexperto Lestibournes había cortejado a Vin―. Sin embargo, no soporto a personas como Straff Venture o Quellion, buscaban el poder olvidándose de los demás. Vulgares enviados de Ruina.

Una rabia de enormes dimensiones llenó la habitación. Fui capaz de imaginar sus ojos iracundos bajo su venda. Sentí que me sería difícil crear un buen ambiente donde Fantasma se sintiera realmente cómodo, así que probé con un cambio radical de tema:

―Para liderar mis pasos pienso en personajes que han luchado por lo correcto a pesar de las adversidades. Me inspira la determinación y el sacrificio de Frodo Bolsón, un hobbit de aparente debilidad que tuvo la fortaleza para enfrentar una tarea monumental. Si Kelsier estuviera aquí, le admiraría seguro.

―Seguro que sí, tenían algunas cualidades compartidas. ¿Cómo te describirías en tres palabras?

―Leal, persistente, reflexivo.

―Creo que podría aprender lo mismo que aprendí yo. No importa lo insignificante que podamos sentirnos, a veces, cada uno de nosotros puede marcar la diferencia, hacer algo grande. Solo necesitamos valentía, justicia y, quizás, un poco de locura.

―Inspirador ―dije con una amplia sonrisa.

Fantasma se recolocó en el sofá. Efectivamente, ya no quedaba ni un ápice de Lestibournes. Una evolución admirable, pensé.

―Te hago la última pregunta.

―¿Ya? ― preguntó. Yo asentí―. Una pena, estaba empezando a gustarme. Dime, dime.

―Un cuervo. Observador, inteligente y adaptable. Me veo vigilando y aprendiendo constantemente del mundo. Además, me parecen hermosos.

―Lo son.

Fantasma sonrió sin moverse del sofá. Me había costado crear un clima de confianza entre nosotros y no estaba dispuesta a echarlo a perder con tanta facilidad. Me insistió en que no quería tomar nada, ni de beber, ni de comer, pero tampoco quería volverse a Scadrial todavía. Nuestro mundo le había gustado, se parecía a las cosas que contaba Sazed de algunas de sus religiones y estaba disfrutando de esta realidad.

Quería ir a algún sitio. Un lugar tranquilo, sin ningún bullicio, de iluminación pobre y poca gente, el estaño seguía quemándose en su interior a pesar del tiempo que había pasado en la Tierra. Así que decidí llevarle al mejor sitio que se me ocurrió que cumplía todos sus requisitos y, además, tenía algún que otro cuervo. Pasamos una extraña tarde en el cementerio hablando de Scadrial, Elend, Vin y los demás, y yo rememoré con cariño el tiempo que pasé leyendo «El Héroe de las Eras», la novela que puso el broche de oro (o de estaño) final a la saga de Nacidos de la Bruma.

Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.

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