
Cuando abrí la puerta de mi estudio ni siquiera pude fijarme en la cara de mi invitado. Una camiseta de los Lakers bajo una estilosa parca marrón captó toda mi atención. Wayne superaba las expectativas que me había creado Brandon Sanderson al escribir sobre él en Aleación de ley. Se quitó la gorra de los Lakers a juego con su llamativa camiseta y se la colocó en el pecho. Inclinó ligeramente la cabeza y dijo:
—Es un placer poder hablar con usted, señora Peláez.
Su entonación me recordó a aquellas escenas de películas estadounidenses en las que algún personaje intenta hablar español. Los acentos estaban donde no debían, pero la estructura de su frase fue impecable. Levantó la cabeza, sonrió y extrajo una cajita redonda metálica como las que las personas mayores utilizan para guardar sus pastillas. Cogió una pequeña pieza cuadrada, engrosada y totalmente blanca y se la metió a la boca.
—¿Gusta? Son de fresa.
—No, gracias, Wayne. Me desagradan un poco los saborizantes de fresa.
—¿De verdad? —Puso los ojos en blanco—. De todas maneras, es uno de los miles de sabores que me he encontrado. Ya le había cogido el gusto a mascar chicle, pero aquí es una maravilla. Podría tomar cada día un sabor distinto.
—Me alegra ver que se ha adaptado usted tan bien a nuestro mundo —me aparté de la puerta y levanté el brazo señalando el sofá en el que mis invitados solían sentarse—. Siéntese, por favor. ¿Miles de sabores, dice? Yo apenas he probado cuatro o cinco.
Wayne dejó la gorra sobre la mesa y cogió un lapicero de mi bote. Se quitó la elegante parca y se recostó en el sofá.
—Por favor, tutéame, ya llevamos hablando más de un minuto. Hay confianza —su acento cambió radicalmente hacia uno más castizo propio de la zona donde tenía el estudio—. Miles de sabores sí. Si combinamos el sabor industrial, con el tiempo que lo mantengo guardado en mi bolsillo y el estado de ánimo que tenga en el momento en que me lo meto en la boca, el resultado es que aún no he repetido sabor.
Se me escapó una risita al escucharlo. No pude evitarlo. Ya había experimentado esa sensación cada vez que leía algunos de sus diálogos en la segunda era de Nacidos de la bruma. Lo conocí gracias a Aleación de ley, pero profundicé aún más en su personalidad gracias a Sombras de identidad. Estaba deseando saber qué otras respuestas me daría por lo que, después de ofrecerle una copa de vino que aceptó de buen grado, comencé la entrevista:
―¿Cuál ha sido el momento más determinante de tu vida, Wayne?
―Ah, pues fácil, cuando conocí a Wax. Cambió mi vida por completo, ¿sabes? Pasé de ser un simple vagabundo a ser un ayudante de leyenda. Y además, ¡con sombrero y todo!
―Si pudieras, ¿cambiarías alguna decisión de tu pasado?
―Por supuesto que sí. Habría tomado más sombreros cuando tuve la oportunidad, nunca se tienen suficientes y un buen sombrero convierte a un hombre en un caballero, ¿entiendes?
Saboreó el vino sin ni siquiera sacarse el chicle de la boca. Intenté ocultar una mueca de aversión. Llevaba razón en eso de los miles de sabores…
―¿Con quién has tenido más afinidad?
―Mi mejor amigo es Wax, claro, él es como un hermano para mí. Aunque también acabé haciendo buenas migas con Marasi, una muchacha interesante. Sin que me malinterpretes, Alba.
Levanté las manos en gesto inocente y seguí indagando.
―¿Y a quién preferirías no ver?
―Bueno… supongo que sería cualquier tipo que intente hacernos daño, no podría revelarte más por miedo a estropear una buena trama. Aunque, a decir verdad, disfruto del desafío que supone tratar con gente… difícil.
―¿Quién dirías que es tu modelo a seguir fuera de tu mundo?
―Sin duda escogería a Sherlock Holmes. Me cae bien. Es listo, siempre lleva sombrero y tiene un amigo leal. Me recuerda un poco a nosotros. ¿No te parece, Alba?
―Lo cierto es que no había reparado antes en esa similitud, pero llevas toda la razón. ¿Cómo te describirías en tres palabras?
―Ingenioso, leal, sombrerero ―levantó la copa en señal de brindis y le sonreí por respuesta.
―¿Qué lección crees que podría aprender quien lea tu historia?
―Que la lealtad y un buen sentido del humor pueden muy llevarte lejos, incluso en los momentos más difíciles. Y, bueno, que siempre es importante tener un sombrero adecuado para cada ocasión, uno nunca sabe cuándo será la próxima vez que necesite pasar desapercibido, ya sabes.
Me reí mirando el extravagante atuendo con el que había entrado y por primera vez en todas mis lecturas sobre Nacidos de la bruma dudé de su habilidad para los disfraces.
―Si pudieras ser un animal, ¿cuál elegirías?
―¡Un mapache! Son astutos, rápidos y siempre parecen estar tramando algo divertido.
Me gustaría decirte que aquí terminó nuestra conversación para no darte demasiada envidia, pero lo cierto es que Wayne se quedó mucho más tiempo por Madrid. Disfrutaba de la novedad de nuestro mundo y aún pudimos vernos varias veces más. Wax pudo acompañarnos en varias ocasiones y juntos me relataron algunos de sus mejores casos. Brandon Sanderson hizo un buen trabajo describiendo su relación y su forma de ser en la segunda era de Nacidos de la bruma. Fue todo un acierto haber leído sus historias (Aleación de ley, Sombras de identidad, Brazales de duelo, El metal perdido).
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.