Tras haber entrevistado a su padre, la aceptación a mi invitación que recibí de Victor Junior fue toda una sorpresa. Después de haber leído sobre sus primeros pasos en la novela Mutación de Robin Cook, me parecía increíble que fuera a conocerle en persona.
El joven de profundos ojos azules entró en mi estudio y se sentó en el sofá sin apenas dirigirme la mirada. Me senté en mi silla y encendí la grabadora para poder transcribir más adelante la entrevista. Clavó su mirada en el aparato, pero no dijo nada. Se creó un incómodo silencio que aún me llevó algunos segundos romper. Inspiré profundamente y me armé de valor para hablar al inquietante muchacho que me miraba desde el sofá:
―Hola, Victor. Gracias por venir a Intermundo.
El muchacho asintió sin mediar palabra. Mi incomodidad no hacía más que aumentar. Me recoloqué, incómoda, en la silla. No era capaz de encontrar las palabras adecuadas ni tenía intención de prolongar la conversación, por lo que comencé con las preguntas establecidas en el diseño de la entrevista.
―¿Sabrías decir cuál fue el momento más determinante de tu vida?
―Cuando comencé a comprender realmente la extensión y naturaleza de mi inteligencia. Dicen que se lo debo a mi padre, Victor Frank, y a sus estudios genéticos. Comprenderlo no solo afectó a la visión de mí mismo, sino también a mi interacción con el mundo. Me llevaron a ejecutar los planes que el mundo necesitaba.
Me sacudió un escalofrío cuando recordé los planes de los que Victor Junior hablaba. Robin Cook los había descrito muy bien en su novela. Tragué saliva y proseguí con la entrevista:
―¿Hay alguna decisión que cambiarías de tu pasado?
―Todo lo que hice, lo hice en base a un delicado estudio. No creo que cometiera muchos errores aunque si tuviera que contestar algo sería la relación que tuve con mi padre. Quizás podríamos haber encontrado un terreno común que no condujera a todos los conflictos y desenlaces que acabamos teniendo.
Las palabras del muchacho sonaban frías y calculadoras a pesar del tema familiar que estaba abordando con ellas. De haberse mostrado más abierto, habría ahondado más en el tema, pero si te soy sincera, no me atreví a hacerlo.
―Comprendo ―respondí mirando en mi guion cuál era la siguiente pregunta prevista―. ¿Con quién dirías que has tenido más afinidad y con quién menos en tu historia?
―Tengo más afinidad con aquellos que, como yo, buscan expandir los límites de la ciencia y la tecnología, que ven el potencial en lo que muchos consideran prohibido o demasiado peligroso. Detesto a aquellos que, limitados por miedos o moralidades convencionales, tratan de impedir el progreso.
―Si tuvieras que escoger un modelo a seguir fuera de tu mundo, ¿quién sería?
―No tengo referentes, pero supongo que alguien a seguir podría ser Tony Stark, del universo Marvel. Stark es un visionario, un inventor que no tiene miedo de empujar los límites de la tecnología y enfrentar las consecuencias para ver su visión hecha realidad.
―Es una buena analogía. ¿Qué tres palabras utilizarías para describirte?
―Inteligente, sin duda. Determinado e incomprendido.
―Siento oír eso.
―No lo sientas, son quienes no comprenden mis motivaciones quienes están más perdidos y por los que deberías sentir tu pesar.
Sonreí por cordialidad sin saber muy bien qué contestar. Su intensa mirada azul me incomodaba cada vez más y lo cierto era que, por una sensación intensa y desconocida, estaba deseando finalizar aquella entrevista.
―¿Qué lección crees que podría aprender quien lea tu historia?
―Seguramente aprendería algo relacionado con la ética en la ciencia y la tecnología. ¿Es aceptable manipular la biología humana en búsqueda de mejoras? ¿Cuáles son los riesgos de jugar a ser Dios sin considerar las implicaciones morales y sociales? Son preguntas a las que habría que dar respuesta.
―Preguntas complejas.
―Sin complejidad, no hay aprendizaje ―respondió Victor tajante.
―Gracias por tus palabras, Victor. Ahora te presento la pregunta final. ¿Qué animal serías?
―Un águila ―respondió casi sin pensar―. Son agudas, inteligentes, con buena visión y una capacidad de elevarse por encima del resto. Observan todo desde una perspectiva superior, similar a cómo veo mi lugar en el mundo gracias a mi excepcional inteligencia.
Me contuve de contestar que las águilas son preciosas, quizás el joven Victor Junior consideraría mi comentario infantil e inapropiado. En su lugar, sonreí y me despedí amablemente de él.
Después de haberle entrevistado, diría que las sensaciones que me había despertado se asemejaban mucho a las que había sentido cuando leí por primera vez Mutación de Robin Cook. En cierto modo envidiaba su seguridad, aunque creo que jamás llegaría a tomar las decisiones que él escogió. Puedes saber un poco más sobre su novela de origen aquí, una lectura recomendada si te gusta el campo de la medicina, la ciencia ficción y el thriller médico. Y con esta información me despido por hoy, que necesito darme una ducha a ver si despejo la sensación que se me ha quedado después de recordar cómo transcurrió aquella entrevista.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos veremos en otra ocasión, … o en otro mundo.