
La mujer de cabello plateado, traje negro ajustado y mirada desafiante entró en el estudio con pasos silenciosos. Parecía moverse flotando, como si no perteneciera al mundo físico. Un escalofrío me sacudió cuando comprendí que estaba frente a Scarlett Monrhoe, la mujer que me había presentado Melissa K. Roehrich en su novela La dama de la oscuridad.
―Bienvenida, Scarlett.
Ella me miró, asintió y agradeció mi invitación con voz seca y firme. La invité a tomar asiento en el sofá de los invitados.
―¿Quieres beber algo?
―Una copa de vino tinto… o la sangre de mis enemigos, depende de cómo acabe esta conversación.
Se me escapó una risita nerviosa y le serví la copa que me pedía. La de vino. Cuando cogió la copa, me senté en mi escritorio y, tras su visto bueno, comencé con la entrevista:
―¿Cuál ha sido el momento más determinante en tu vida?
―El momento en que decidí que no volvería a ser la presa de nadie. Cuando comprendí que la oscuridad no era un castigo, sino mi aliada, mi refugio… y mi arma.
―Ese momento supuso mucho en tu historia. La dama de la oscuridad es una novela que captó a la perfección ese momento.
Ella dio un trago a su copa con seriedad y sin dejar de clavar su mirada en mí. Me moví en mi silla y carraspeé antes de continuar con la siguiente pregunta que tenía preparada:
―Si pudieras, ¿cambiarías alguna decisión del pasado?
―No ―su voz sonó tajante, pero aún pude ver la duda en sus ojos―. Cada cicatriz, cada sombra, cada traición me ha convertido en lo que soy. Y si el destino quiere que me arrepienta… que lo intente.
―Me alegra ver que lograste superar el recuerdo de Juliette…
―Prefiero no hablar de eso.
―Sí, perdona. Pasemos a temas más interesantes, ¿con quién has tenido más afinidad en tu historia?
―La afinidad es un lujo para quienes pueden permitirse confiar. Hay alianzas, hay estrategias… pero si hablamos de afinidad real, esa es otra historia.
―¿No hay nadie con quien hayas podido sentirte algo arropada?
―Cassius, siempre fue un hermano para mí. Pero había algo que no podía compartir del todo con él. Igual me pasaba con Nuri, incluso con Callan. Y con Sorin… No creo que pueda decirte nada al respecto sin revelar demasiado.
―Ahora te entiendo mejor. Dime, entonces, ¿con quién has tenido menos afinidad?
―La lista es larga ―respondió con una risa forzada.
Sonreí por cortesía. Sabía que Scarlett había sido criada por el despiadado líder de los asesinos, que había crecido en un entorno hostil, donde la palabra había quedado relegada a un segundo plano. Su capacidad para la lucha y la tortura la hacían relacionarse con el mundo y yo habría sido una ingenua si hubiera pretendido que cambiara solo porque había aceptado mi entrevista.
―¿Tienes algún referente fuera de tu mundo?
―Vin, de Nacidos de la bruma. Ella sabe lo que significa ser una sombra entre depredadores, y eso lo respeto. Su camino de supervivencia y su infancia entre delincuentes me resulta… familiar.
―¿Cómo te describirías en tres palabras?
―Sombría. Letal. Indomable.
Un nuevo escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar sus palabras, entre susurros que transmitían mucho más de lo que decían.
―¿Qué lección crees que alguien puede aprender al conocer tu historia?
―Que el poder no se regala, se toma, se aprovecha. Que la oscuridad no es algo a lo que temer, sino algo que dominar. El mundo del que vengo ha dejado claro que los más fuertes acaban sometiéndolo todo, no dejaré que eso me ocurra.
Asentí, sin tener muy claro si sus palabras hacían justicia a la historia que leí en La dama de la oscuridad, donde la superación, la magia, los secretos, el amor, la traición y el misterio se mezclaban hasta hacerse inseparables. Sonreí y esperé a que terminara el trago que estaba dándole al vino para hacer la última pregunta:
―¿Qué animal serías?
―Una pantera. Silenciosa, observadora, letal en la sombra. No hay un animal más digno para referirse a la doncella de la muerte.
―En efecto, no lo hay. Gracias por tu tiempo y tu sinceridad, Scarlett.
Asintió y sonrió. Me devolvió la copa de vino. La invité a tomar algo, pero ella rechazó mi oferta. Yo no me sorprendí de ello. Al fin y al cabo, acababa de conocerme y, siguiendo sus experiencias, no sabría si fiarse de mí del todo o no. Cerré tarde el estudio, me quedé preparando mi siguiente entrevista. Cuando volví a casa, ya era noche cerrada, y juraría que sentí una silueta acechando, al amparo de las sombras. Un par de ojos y una trenza plateada que me seguirían para asegurarse de que yo era de fiar.
Cerré la puerta de mi casa con llave y sonreí. Scarlett Monrhoe había vivido experiencias espantosas, pero se superpondría a ellas, estaba segura. Melissa K. Roehrich ya dejó claro en su novela La dama de la oscuridad que su vida cambiaría para siempre y que los secretos no habían hecho más que empezar.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.