
Cuando entró la capitán general Pellsfro en mi estudio, fue como mirarme en un espejo. La protagonista de Bajo amenaza desconocida y máxima líder de la base militar de Hábastrin tenía un aspecto muy similar al mío. Al fin y al cabo, fue mi alter ego durante todo el tiempo que estuve escribiendo la novela.
Su pelo largo y rizado, recogido con elegancia en una coleta, me hechizó desde el primer momento en que entró. Se retiró la gorra que la identificaba como un miembro de Hábastrin y me saludó de forma ceremoniosa. Las insignias se acumulaban en su pecho y yo forcé a mi mirada a clavarse en aquellos ojos marrones y cansados por las batallas acumuladas a su espalda.
―Gracias por venir, general, no estaba segura de si aceptaría.
―Es un honor poder venir aquí y representar a las voces que se apagaron en Hábastrin. ¿Qué le hizo pensar que rechazaría su propuesta?
Me retorcí las manos con nerviosismo. ¿Qué podría decirle? Que lamentaba el calvario por el que tuvieron que pasar ella y sus tropas, que sufría pensando en todos los buenos militares que nos abandonaron, que recordaba aquella cruenta batalla y me estremecía. Cualquiera habría sido una buena respuesta, pero no dije nada, solo balbuceé intentando encontrar una excusa para la historia que creé para ellos.
―¿Son remordimientos lo que escapa de sus pensamientos, Alba?
La miré a los ojos y me rendí a la evidencia.
―No siento remordimientos, general. La batalla que vivisteis fue tan cruel y despiadada como la que yo me vi obligada a confrontar en el mundo real. Lamento las pérdidas que sucedieron, pero nos fortaleció. A las dos. Ojalá las cosas pudieran aprenderse de otro modo. A veces es inevitable el dolor para poder avanzar.
Ella me miró con los ojos entrecerrados, transmitiéndome su dolor, antes de suavizar el rostro y responder:
―Así es, Alba. Somos dos víctimas en esta guerra. Tú con tu pluma y tu percepción de una realidad que se desmoronaba y yo por no poder proteger a mi gente.
Sonreí con melancolía y, tras un momento de incómodo silencio, ambas nos abrazamos reconciliando nuestras culpas y dolores. La invité a sentarse mientras ella rechazaba toda bebida que le ofrecí. Estaba de servicio, debí haberlo imaginado. Comenzar la entrevista fue un momento de calma y curiosidad que me permitió unirme un poco más a la protagonista de Bajo amenaza desconocida.
―¿Cuál ha sido un momento crucial en tu vida?
―La llamada en la que me comunicaron que el teniente Sheron había desaparecido. En el momento me dio un vuelco el corazón ante la perspectiva de perder a Anthony, pero después la situación se volvió mucho más peligrosa.
―Si pudieras, ¿cambiarías alguna decisión del pasado?
―Si me aseguraran que al final el aprendizaje y la evolución se mantendrían intactos, eliminaría algunas decisiones erróneas que tomé estando al mando de Hábastrin. Esos errores costaron mucho sufrimiento. Pero dudo que pudiera haber llegado hasta donde estoy de haber cambiado esas decisiones, así que supongo que no modificaría nada de mi pasado. El pasado puede doler, pero también podemos aprender de él.
―¿Con quién has tenido más afinidad en tu historia?
Halva Pellsfro sonrió y un brillo de nostalgia inundó su mirada.
―Todas mis tropas son importantes para mí, pero durante la crisis de Hábastrin que quedó retratada en Bajo amenaza desconocida, tuve un vínculo especial con el trabajo del pelotón de operaciones especiales EMC. Martha Tioneli hizo un trabajo excepcional guiándolos.
―Recuerdo sus logros y aún hoy me ponen el vello de punta ―reconocí―. ¿Y con quién no lograste vincularte del mismo modo?
―¿Con quién me llevé peor, quieres decir? ―sonreí con nerviosismo ante su crudeza―. El sargento Pols tomó malas decisiones y se separó de mis ideales, pero no por ello diría que le desprecio. Simplemente tenemos puntos de vista diferentes y, limando nuestras asperezas, podríamos funcionar como un equipo. Aunque resulte difícil de creer.
―Comprendo lo que dices. Demuestras una gran comprensión y empatía con tus respuestas.
―Gracias. Me gusta intentar mirar más allá de lo que parece evidente.
―¿Tienes algún modelo a seguir fuera de tu mundo?
―Me gusta que me hagas esta pregunta. Kris Kelvin, de la estación espacial de Solaris. Su visión analítica y su formación como psicólogo me ayudarían a comprender mucho de lo que sufrimos durante el ataque. Me gusta imaginar cómo sería una conversación entre nosotros.
Sonreí imaginando lo que se dirían si estuvieran uno en frente del otro y cómo intentarían solucionar los problemas de cada uno del modo más racional posible, aunque aquello a veces no tuviera el efecto deseado. Me guardé mis reflexiones para mí y continué con la entrevista:
―¿Cómo te describirías en tres palabras?
―Reflexiva, racional y comprensiva.
―¿Qué lección dirías que puede aprender quien lea tu historia?
―Creo que puede encontrar muchas enseñanzas entre las páginas de Bajo amenaza desconocida, pero la más importante de todas ellas es a combatir las agresiones no desde la lucha, sino desde la comprensión. Aceptar y comprender al enemigo son, a menudo, nuestras mejores armas para neutralizarlo.
Asentí rememorando el modo en el que Halva Pellfro había resistido a las amenazas a las que se enfrentó Hábastrin. Un aprendizaje que yo misma interioricé al escribir su historia y que me sirvió para afrontar mi realidad, por dolorosa que fuera. Formulé la última pregunta deseando finalizar la entrevista y fundirme en un abrazo con la capitán general.
―Llegamos a la última pregunta, ¿qué animal serías?
―Una tortuga ―se rio en el sofá―. De avance lento, pero seguro y con una capacidad de refugio asombrosa. Adaptativa, longeva y robusta. Así me gusta verme.
―Me parece un buen símil.
Reímos hasta que aceptó continuar con la conversación en un lugar más distendido y, al final, me llegó el ansiado abrazo con la capitán general Halva Pellsfro. Una reconciliación que veía necesaria tras el sufrimiento que pasó en Hábastrin mientras yo relataba los sucesos en Bajo amenaza desconocida. Se nos unieron algunos miembros más de sus tropas y entre las risas de Anthony Sheron y los vuelos de Atila descubrimos que juntos y coordinados somos mucho más fuertes y, sobre todo, mucho más divertidos.
Gracias, mente inquieta, por visitar Intermundo.
Nos leeremos en otra ocasión, … o en otro mundo.